Cuento



Ciudadanos del viento.


No acostumbro a entrar si no hay clientes a los bares porque significa que voy a estar muy sola esa noche. Significa que no podré conocer a alguien. No es fortuito que me encuentre con alguien ahí. Es el destino. Lo hago debido al aburrimiento y  la curiosidad. Lo más importante es que el bar parezca lleno. Así, los observo a todos y elijo a la persona.

Sigo a la persona mágica, que me lleva a lugares que no había visto. Así es como he conocido la ciudad. El primer hombre que seguí se llama Diego. Menos de treinta años. Me habló alguna vez por las calles del centro, pero al parecer se olvidó de mí. Solía tomar en los bares del centro, esperando entablar conversación con el primero que se le topara. Para mi suerte ese día Diego no se topó conmigo, de modo que pude observar desde las sombras. Se quedó platicando con un anciano, gordo, con pantalón de vestir, camisa, tirantes y un bastón. Bebieron whisky.

Diego lloró toda la noche. Salió del bar a las cuatro de la mañana. Salí de ahí antes y lo estuve esperando en la calle. Salió sin la compañía del anciano. Seguí a Diego hasta su casa. No estaba muy lejos del bar. Me quedé sentada afuera, pensando. Luego salió un hombre delgado de traje negro. Más tarde salió otro, con la cabeza rubia y la piel rosada. Luego salió otro y otro, todos vestidos de la misma forma. En total conté diez hombres.

El instinto me hizo alejarme rápidamente de ahí. Por cierto esos hombres, son imposibles de seguir. Pero de eso no quiero hablar. Simplemente pertenecen a una secta. Al parecer Diego también. Pero es un miembro diferente. Ellos siempre visten con traje negro y Diego usa pantalones de colores. Pero siempre llora el día que va a verlos.

La segunda persona que seguí en el bar es Ingrid. Una mujer blanca, delgada y de corta estatura. Estudiante de bellas artes. La seguí hasta un callejón, donde se encontró con uno de los hombres de la casa de Diego. Ella alzó su falda larga y él la penetró. Luego la golpeó y la subió a su carro. Los vi alejarse, pensé que la iba a matar. Pero ella apareció el otro día, amarrada y desnuda, sobre el tronco de un árbol. Al otro día hizo un performance sobre el secuestro en el museo de la ciudad. A los bares de la ciudad acuden muchos artistas. He decidido que sé lo suficiente. Me mudaré a Argentina.


Diana Galindo Barajas (1994). Filósofa, poeta y ensayista. Ganadora del concurso de poesía, cuento y ensayo convocado por la UAQ (2011), categoría poesía con el poemario "Despliegue de pájaros". Ganadora del octavo concurso de poesía "Maria Luisa Moreno"(2016), con el poemario "El retorno de Ícaro", es autora de "Spiritual Kigdom".

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